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miércoles, 4 de junio de 2008

La Argentina en un durísimo desencuentro. Las urgencias del diálogo intersectorial


Reflexiones desde el Humanismo Económico
La Argentina en un durísimo desencuentro. Las urgencias del diálogo intersectorial
Escribe Luis Eugenio Di Marco*
Director del CIEC
Cuando hace tres largos meses se instaló lo que se ha dado en llamar “el problema del campo”, nadie podía imaginar las duras consecuencias del conflicto que la dirigencia agropecuaria mantiene con el Gobierno nacional. Lo cierto es que el tema va mucho más allá que un mero conflicto institucional, que no sólo afecta a uno o dos sectores de la economía, sino que ha trascendido a muchas esferas institucionales—incluso ha llegado a preocupar internacionalmente—y complica la realidad de la economía como un todo.
Desde una perspectiva económica, bien puede decirse que la economía argentina no manifiesta debilidades en sus indicadores agregados, pero la prolongada crisis “campo-Gobierno” puede tener decisivas consecuencias en lo macroeconómico—nivel de actividad—como en lo relativo a la recaudación (justamente, uno de los “logros” siempre mostrados por la Administración nacional). En el plano internacional, se presentan muchos problemas—a la conocida crisis “inmobiliaria” que impacta mundialmente desde los Estados Unidos, debe agregarse, entre otros, el alza en el precio del petróleo y el de los bienes primarios (los llamados “commodities”), junto a la depreciación constante del dólar norteamericano. Veamos algunas proyecciones.
La crisis del campo viene impactando en la “cadena de pagos” de muchos sectores relacionados—el del transporte de bienes y personas, el comercio, hasta los propios gobiernos provinciales y municipales del Interior, no sólo a los del Área megalopolitana de Buenos Aires. Al momento de buscar “culpables” no se puede sortear la falta de diálogo por parte del Gobierno: tal vez la corrección de las “retenciones móviles” connota un aspecto negociable (hay, según opiniones respetables, una elevada carga impositiva sobre las exportaciones; habría un error técnico subsanable).
Desde bases cualitativas, se habla de una redistribución de ingresos, y entonces bien puede decirse que ella puede lograrse con una reforma tributaria desde la implementación de impuestos directos—ellos no sólo son coherentes con los postulados del Humanismo Económico para construir una sociedad con perfiles de equidad, sino también para atender los preceptos constitucionales que indican coparticipar los ingresos fiscales con el resto de las jurisdicciones argentinas (esto es, las Provincias, y tal coparticipación se hace, precisamente, desde la tributación directa). En esta materia existe una “clara confusión” conceptual de la Administración actual. Por cierto, muchas de estas posibilidades de cambio deben hacerse en el marco de la participación del Congreso de la Nación.
Más allá de las razones que pueda tener el Gobierno para no aceptar “sus errores”—entre ellos, es que la mecánica de la política económica actual exige mucho financiamiento para sostener los llamados “planes sociales”, el mantenimiento del tipo de cambio, los diferentes subsidios a empresas públicas y privadas. Se está señalando que el esquema actual del gobierno implica equilibrio con subsidios directos, y ello sobre estima el equilibrio macroeconómico. Al hacer permisible la inflación—posibilitado por mercados subsidiados—, complica la ecuación social (y ella comporta un valor importante para el Centro de Investigaciones Económicas de Córdoba, para el Humanismo Económico, que busca el crecimiento con justicia, la sociedad para todos).
La experiencia de la política económica de los últimos tiempos, muestra que los instrumentos fiscales—para solucionar la crisis agropecuaria, frenar la inflación, etc—son mucho más efectivos que los monetarios (como el señalado cambio en la estructura tributaria, sesgada hacia los tributos directos). El mundo globalizado muestra sus propios desequilibrios (como el señalado del alza del precio del petróleo), y entonces se impone en un país como la Argentina atender los desequilibrios en los mercados de bienes y servicios mediante una adecuada política de precios, con dosis de instrumentos fiscales, capaces de mantener una economía estable.
En suma, junto a razonables negociaciones intersectoriales (y ello incluye no sólo a los líderes del agro sino de los otros sectores, y al Gobierno mismo), se imponen fuertes dosis de cordura para que prive la convivencia. Buscar la propia salvación—y esto lo decimos por la preocupación de instituciones como la Iglesia Católica que ha hecho un llamado no sólo desde la Jerarquía en la Argentina, sino desde el Vaticano—no parece ser un ancla que salve a la Nación como un todo. Por eso se deben hacer todas las reuniones que procuren un acuerdo entre las partes; esto es viable dada las buenas condiciones de la economía nacional, de que las recaudaciones son elevadas, de que debemos apuntalar nuestra incipiente democracia republicana... Desde el CIEC, como muchos conocen, hemos elaborado el Plan Esperanza que es, precisamente la estrategia del Humanismo Económico para la Argentina, y está a disposición de la dirigencia, de los funcionarios, de los legisladores, de todos quienes creen que un país solidario y fraterno, puede construirse, a pesar de la existencia de crisis graves como la presente, pero que no son, de ninguna manera, crisis terminales.
Referencias
Di Marco, L. E., editor, El Plan Esperanza, la estrategia del Humanismo Económico para la Argentina (prolegómenos de una nación solidaria), Córdoba: Ediciones CIEC, 2007.
Vaca, Edgardo D., “La inflación tan temida”, monografía CIEC, Mayo de 2008.
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*El autor, Ph. D., Economics, Univ. of Calif., Berkeley, y Dr. en Economía, Univ de Cba., dirige el CIEC, Centro de Investigaciones Económicas de Córdoba (fundado en 1975), y es autor de 30 libros y editor de otros 13. luchociec@yahoo.com.ar, tel. 0351 155 599 549.

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